El artículo de hoy es algo distinto, menos científico, tiene un poco de entrenamiento, de fisiología, de fisioterapia pero seguro que os llamará la atención o tendréis curiosidad por conocer algunas anécdotas que durante mi carrera profesional como preparador físico o entrenador personal, me han sucedido y que he recordado y seleccionado para contároslas aquí.
(Los nombres de las personas en caso de mención han sido sustituidos por otros para reservar su anonimato, pues hay quien pueda sentirse identificado, si lees tu caso por aquí, espero que lo recuerdes con una sonrisa).
Esta es una de las primeras anécdotas que recuerdo y que podríamos tratar en un apartado de nutrición deportiva, y hablar de qué no comer o beber antes de realizar ejercicio, entrenar o competir.
Pues bien, una de esas cosas son los lácteos, y más aún si sufres de intolerancia a la lactosa, no se te ocurra merendarte un tazón de leche con galletas como hacía nuestro jugador S.U. antes de entrenar, pues había días que durante el entrenamiento nos costaba mantener la formación para escuchar al míster en las explicaciones de los ejercicios o en las filas de los circuitos que yo mismo diseñaba o durante los círculos en los que entrenábamos, y es que daba igual que oliese increíblemente mal toda la pista de 20x40m, que a pesar de su intolerancia, el tenía como merienda favorita un tazón de leche con galletas previo al entrenamiento.
En una ocasión, concerté una sesión de prueba de entrenamiento personal con una alumna, hablamos por teléfono del método de entrenamiento, la forma de trabajar y de realizar los entrenamientos, y cuál fue mi sorpresa que el día del entrenamiento, ella sale del vestuario bien preparada para hacer deporte pero con un libro en la mano, y me pregunta ¿puedo sacar el libro?
Yo aún no soy capaz de entrenar y estar leyendo a la vez, puede que se tratase de una idea revolucionaria si, puede que habiéndose tratado de un audiolibro hubiera cuadrado más, pero no, era un libro, con sus hojas y su marcapáginas.
Este quizás es uno de los momentos más incómodos que he vivido como entrenador personal, resulta que en una ocasión me contactó un chico por internet porque quería que le guiara en Pilates, que necesitaba trabajar la zona lumbar y glúteos, hasta ahí todo correcto, hasta que sobrepasó el límite enviándome fotos de su glúteo, de su cuerpo más que trabajado en el gym, de sus calzoncillos “elevadores” (yo ni sabía que existía eso) y hablándome de ejercicios en cuadrúpedos, el gato, o perrito como decía él.
Estaba dispuesto a pagar la suma de dinero que fuera por que fuera a su casa a enseñarle Pilates a solas, pero no contaba con que hay en ciertas ocasiones en que las cosas no pueden ser, tuve que decirle que no era el tipo de entrenador personal que estaba buscando, y ante su insistencia tuve que dejar de contestar.
Un problema que suelen sufrir las personas que no han entrenado nunca en su vida y se plantean hacer ejercicio por primera vez en 50 años, es que hay musculatura que existe y de la cual no son conscientes.
Como entrenadores personales, nosotros tratamos de modular y regular las cargas de entrenamiento para que el progreso y el beneficio se haga de la mejor forma posible minimizando riesgos de lesión.
Las agujetas son una de esas variables, y más tratándose de personas que vienen a nosotros y no han entrenado nunca antes, avisamos de que en unas cuantas sesiones pueden aparecer, que no hay que temerlas y que para mejorar su sintomatología lo mejor es hacer ejercicio y moverse, pero en casi 10 años entrenando gente, nunca me había pasado que alguien al sentir agujetas fuera al médico porque le doliera todo el cuerpo, evidentemente el doctor no le recetó agua con azúcar, sino que le recomendó que pasease, e hiciera algo de ejercicio.
Una de las preguntas que me han hecho alguna vez mientras realizaba estiramientos pasivos a mis alumnos es, ¿alguien se ha tirado un pedo mientras le estirabas?. Pues puedo afirmaros que si, y más si ese día antes de entrenar te metes entre pecho y espalda unas lentejas.
Creedme que aumenta el vínculo alumno-entrenador, y te echas unas risas si ambos lo tomáis con naturalidad y con humor. Así que ya sabéis, si coméis lentejas, cocido o comidas copiosas, advertirle de que lo que pueda sufrir estirándolos queda bajo su total responsabilidad.
Esto son solo 5 casos que he recordado y que me han resultado anecdóticos, como indiqué al inicio, está algo fuera de los temas que solemos aportar, pero creo que de cada historia podríamos recoger ideas que son extrapolables a la vida dentro del mundo de la actividad física y del deporte.
¿Tienes, conoces o te ha venido a la mente alguna anécdota? Coméntanosla aquí.